viernes, 26 de abril de 2013

EL JUGLAR Y EL SANCOCHO DE PIEDRA





Por. Armando Villa Vásquez
Adaptación del cuento “la sopa de piedra”.

Hace muchas lunas, cuando no existía ni el correo ni el E-mail, y los caminos eran de herradura, las noticias por nuestro territorio Caribe viajaban a lomo de burro, llevadas a todos los rincones conocidos  por un personaje que se hacía acompañar de un acordeón; tiempos después llamado Juglar vallenato.

 Cuentan los mayores, que en tiempos de los padres de la música vallenata y recién llegada de Alemania el acordeón, la región Caribe fue azotada por una hambruna que invadió todas las veredas, los juglares fueron los encargados de llevar la mala noticia a los moradores de nuestro territorio, como era su oficio, el de esparcir las acontecimiento que sucedían por doquier.

Pacho, Francisco Rada, campesino de pura cepa, autodidacta del acordeón, mujeriego por excelencia cuya oralidad era reconocida por corregidores, alcaldes y gobernadores, pero además hombre de una gran sensibilidad haciendo uso de su reconocimiento y buena fama cómo juglar, se ideo una forma de mitigar el hambre y despertar el espíritu de compartir entre nuestra gente, al decir de él, la gente es jodida, solo con acordeón se reúnen así se pa´ jalarle la pita al otro.

Testigo del invento de Pacho, es don Milciades  Trejo, labriego de la vereda “Las Mulas”, tierra prospera y tan fértil, que cuenta el viejo Milciades, “que cuando por descuido la mujer de uno dejaba caer un pantaloncillo en la tierra nacían pelaos”. El caso es que cuando Pacho, Francisco Rada Batista se percato del filo que estaban pasando la gente de la región, cuenta el viejo milce,  llegaba con su acordeón, eso sí, no le fallaba el pantalón de dril y la camisa de popelina pasados por almidón  y por supuesto el sombrero vueltio 21, a lomo de burro, burro pinta, de ello el juglar se enorgullecía, porqué según su decir, “le abría las puertas del corazón a muchas muchachas”; comenzaba a tocar el amor, amor desde la entrada del pueblo a hasta la placita principal.

Al estar todos y todas allí, el juglar sacaba un piedra de una  extraña forma, para algunos en forma de gallina, para otros de cerdo, vaca, pavo o cualquier apetecido animal de monte, las formas  de las piedras variaban dependiendo del manjar que quisieran comer los “invitados”; el primer caso registrado en la memoria de nuestros mayores paso en Céspedes, vereda ubicada en el cruce de caminos entre Fundación y Plato, en el Magdalena grande, allí el viejo Pacho congrego al pueblo a punta de los acordes de su instrumento, y al ver que solo los más enfermos no estaban, inicio a ritmo de versos canta´o la convocatoria para hacer un sancocho de piedras.

Fue así que solicito una olla, con agua del pozo el vecino, emparapetó un fogón y solicito  que por favor le trajeran leña de aromo, porqué según él  solo el  humo de este árbol era el condimento del suculento sancocho; instalado el fogón, puesta a hervir el agua, el viejo Pacho saco de dentro de un saco de fique que lleva al lado de la retranca de su burro andariego una piedra del tamaño de una cabeza de carnero adulto.

La noticia se esparció por todo el pueblo en menos tiempo que  el día en que el cura advirtió que en el pueblo por primera vez se había detectado la infidelidad de una dama, lo que causo entre las parejas de jóvenes la desconfianza mutuo hacia el cura que nunca aclara el rumor; Pacho, que era como Dios manda, dijo: Ya están a punto de probar el sancocho que solo comen los sabios del folklor vallenato, los reyes de la alta guajira y los mamos de la sierra nevada, ya tenemos el agua hirviendo en la olla, el fogón y la leña de aromo dándole el sabor que tanto gusta a estos personajes, solo un poco de sal vendría bien, una mujer mayor que estaba a su lado le dijo, tranquilo Pacho,  yo tengo un poco de lo que queda en la cocina, la busco y se la echaron, después al ver este gesto el viejo mile, un cachaco que se había instalado en la región atraído por el tesoro, que se había hundido en el arroyo el mulero en la época que por allí paso el general Maza rumbo a Tenerife para ayudar en la batalla contra los españoles y con estos doblones comprar armas para el ejercito de Bolívar, dijo, pues yo aporto un hueso de rabo, que mi mujer  ha usado dos veces, y así, siguiendo el ejemplo de la mujer mayor y del cachaco Mile, todos fueron trayendo un poco de lo que les quedaba de la crisis.

Estando el sancocho listo, Pacho convoco al disfrute ejecutando su acordeón, en la plaza se dio una gran fiesta, totuma en mano todos degustaron del sancocho de “piedra” y por un momento la gente entendió que no lo solo el acordeón satisface el alma sino también el estomago. 


 El sancocho de piedra se hizo famoso, al tiempo que fue tarea de todos los juglares promoverlo en sus comarcar y regiones, el sabor vario de acuerdo al pueblo; el gusto por él se transmitió de generación en generación, y nuestras gentes estarán siempre presta a convocarse en cualquier plaza con los ritmos de una acordeón para degustar el mejor de los sancochos y  afrontar cómo en antaño  las más diversas  crisis.

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